lunes, 11 de octubre de 2010

Los Ratones y el Gato. "Libro Quinto" -Fábula Primera.

Marramaquiz, gran gato,
De nariz roma, pero largo olfato,
Se metió en una casa de ratones.
En uno de sus lóbregos rincones
Puso su alojamiento,
Por delante de sí, de ciento en ciento
Los dejaba por gusto libre paso,
Como hace el bebedor que mira el vaso;
Y ensanchando así más sus tragaderas,
Al fin los escogía como peras.
Este fué su ejercicio cotidiano;
pero tarde o temprano,
Al fin ya los ratones conocían
Que por instantes se disminuían.
Don Roepán, cacique el más prudente
De la ratona gente,
Con los suyos formó pleno consejo,
Y dijo así con natural despejo:
-Supuesto, hermanos, que el sangriento bruto
Que metidos nos tiene en llanto y luto
Habita el cuarto bajo,
Sin que pueda subir ni aun con trabajo
Hasta nuestra vivienda, es evidente
Que se atajara el daño solamente
Con no bajar allí de modo alguno.
El medio pareció muy oportuno,
Y fué tan observado,
Que ya Marramaquiz, el muy taimado,
Metido por el hambre en calzas prietas,
Discurrió entre mil tretas,
La de colgarse por los pies de un palo
Haciendo el muerto. No era el ardid malo
Pero don Roepan, luego que advierte
Que su enemigo estaba de tal suerte,
Asomando el hocico a su agujero:
-¡Hola! dice: ¡Qué es eso caballero?
¿Estás muerto de burlas, o de veras?
Si es lo que yo recelo, en vano esperas,
Pues no nos contaremos ya seguros,
Aun sabiendo de cierto
Que eres, a más a más de gato muerto.
Gato relleno ya de pesos duros.                                                 

Si alguno llega con astuta mañaY una vez nos engaña,Es cosa muy sabidaQue puede algunas vecesEl huir de sus trazas y doblecesValernos nada menos- que la vida.

domingo, 10 de octubre de 2010

El Asno y el Lobo.



         un burro cojo vió que le seguía...un lobo cazador.
 Y no pudiendo huir de su enemigo, le decía:  Amigo  lobo, yo me estoy muriendo.
        Me acaban por un instante los dolores,  De este maldito pié de que cojeo.
Si yo no me valiese de herradores,
No me vería así como me veo.

     Y pues que fallezco, sé caritativo,  sácame con los dientes este clavo;
Muera yo sin dolor tan excesivo,
Y cómeme después de cabo a rabo.

- ¡Oh! dijo el cazador con ironía,
Contando con la presa ya en la mano:
No solamente sé la anatomía,
Sino que soy perfecto cirujano.

-  El caso es para mí una patarata,
La operación no más que de un momento.
Alargue bien la pata,
Y no se me acobarde, buen jumento,

   Con su estuche molar bien desenvainado
El nuevo profesor llega al doliente;
Mas este le dispara de contado
una coz que la deja sin un diente.




Hablemos en razón: no tiene juicio,
Quien deja el propio por ajeno oficio.

   Escapa el cojo; pero el triste herido
Llorando se quedó su desventura.
¡Ay infeliz de mí! bien merecido
El pago tengo de mi gran locura;


   Yo siempre me lleve el mejor bocado
En mi oficio de lobo carnicero;
¿Pues si pude vivir tan regalado,
A que meterme ahora á curandero?

El Carretero y Hércules

 
     En un atolladero,
Si haces lo que estuviere de tu parte,
Pide al cielo favor: ha de ayudarte.
El carro se atascó de Juan Regaña:
Él a nada se mueve ni se amaña;
Pero jura muy bien: ¡gran carretero!
A Hércules invocó, y el Dios le dice:
-Aligera la carga, ceja un tanto,
Quita ahora ese canto.
¿ Está?- Sí, le responde, ya lo hice.
-Pues enarbola el látigo, y con eso
Puedes ya caminar. de esta manera ,
Arreando a la mohina y la roncera,
Salió Juan con su carro del suceso.